miércoles, 28 de mayo de 2014

Con la ayuda del libro

Este libro y oráculo es un compañero también. Un profesor permanente que nos ayuda a transitar por esta vida y a perseverar en nuestra rectitud.

Me nace reiterar las palabras de Richard Wilhelm, uno de los traductores del I Ching quien en el verano de 1923, en Pekín señalaba: "Ojalá, quienes lean esta traducción, experimenten la misma alegría que yo sentí durante mi trabajo, y que depara la sabiduría verdadera".

"El Libro de las Mutaciones - en chino I Ching -, es indiscutiblemente uno de los libros más importantes de la literatura universal. Sus comienzos se remontan a la antigüedad mítica."



Una de las palabras que siento que nos guían en este tiempo es el de la solidaridad. Por ello, me tomo de las palabras del oráculo para expresarme.

Es cuestión de unirse a otros, a fin de complementarse y de estimularse mutuamente mediante una solidaria adhesión. Para semejante solidaridad, es preciso que exista un centro en torno al cual puedan congregarse los demás. El llegar a ser centro para la solidaridad de los hombres, es asunto grave que implica gran responsabilidad. Requiere, en el fuero interno, grandeza, consecuencia y vigor. Examínese, pues, a sí mismo quien desee reunir en su torno a otros, con el fin de cerciorarse si se halla a la altura de la situación; pues quien pretenda reunir a otros sin estar munido del sello que da una verdadera vocación, ocasionará una confusión mayor que si no hubiera tenido unión alguna.

Pero donde existe un verdadero foco de unión, allí los inseguros, aquellos que al comienzo vacilan, van acercándose, paulatinamente, por sí mismos. Quienes llegan tarde sufrirán los perjuicios que ellos mismos se causan. También en el caso de la solidaridad se trata de caer en la cuenta de cuál es el buen momento, el tiempo justo. Los Vínculos se establecen y se fortalecen de acuerdo con determinadas leyes internas. Los consolidan experiencias vividas en común, y el que llega trade y ya no puede participar de esas fundamentales experiencias conjuntas, tendrá que sufrir, en su condición de rezagado, las consecuencias de encontrar la puerta cerrada.

Ahora bien, quien ha reconocido la necesidad de la cohesión y no siente dentro de sí la fuerza suficiente para actuar él como centro de la solidaridad, tiene el deber de unirse a otra comunidad organizada.